Hay caminos de ida y vuelta. Son caminos distintos, pero una marcha con regreso siempre parece cerrar un ciclo. Mi sobrina se fue hace unos días a trabajar a otra ciudad lejos de la Giralda y su fotografía en el aeropuerto de San Pablo se hizo viral en ‘X’ con más de un millón de visualizaciones ¡Ay madre!

Más de un millón de romeros acuden cada año al Rocío llegados de toda España e incluso desde el extranjero. A verla a Ella. “¡Qué todo el mundo sea rociero!”, decía san Juan Pablo II allá por el mes de junio de 1993. Son distintos los motivos por los que se acude a la Aldea. Hay quienes lo hacen por la familia, como si fueran unas navidades primaverales que juntan a varias generaciones en el mismo lugar. Es el Rocío que me gusta. Como el de algunas casas de la calle Sanlúcar. Abuelos, padres, hermanos y sobrinos unidos por la música bajo un mismo Simpecado, lejos del mundanal ruido, en las arenas, de romería por Pentecostés. El Rocío espiritual va más allá. Es aquel que siempre tiene de fondo a la Virgen, la que da sentido a todo.

La casa de Inmaculada Pérez-Vera, como la Ermita, tiene la fachada blanca. La mayoría de las palomas que vuelan sobre nuestras ciudades también son del mismo color. Pero solo hay una Blanca Paloma. Y vive aquí, cerca de la marisma. En el contexto espiritual, la presencia de esta ave se interpreta como una señal de guía y protección por fuerzas superiores. Simboliza la paz, la tranquilidad y la llegada de buenos tiempos a nuestra vida. “Hay que esperar cuando se está desesperado, y andar cuando se espera” (Gustave Flaubert).

Todo camino comienza con un primer paso. Ya dijo san Agustín aquello de que “una cosa es haber andado más camino y otra, haber caminado más despacio”. Don Ismael nos decía en 3º de EGB, mientras dictaba, aquello de “prefiero el lento caminar de la tortuga a la rapidez del leopardo”, para que estuviéramos atentos y evitáramos las faltas de ortografía al escribir. Siempre caminando, atentos y perdonando faltas. Este año se estima que unas 300.000 personas caminarán por los 2.000 kilómetros que forman parte de los distintos caminos de la provincia de Sevilla. “No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo” (Albert Camus).

Los padres, por mucho que algunos se empeñen, nunca podrán ser como los amigos. Tampoco, las madres. Salve Madre. Como decía la de Rafael de León, “al Rocío yo quiero volver/a cantarle a la Virgen con fe/con un Olé”. Antonio Rodríguez Ferrera replicaba desde el Salvador con el ¡Sálvame!: “Tú eres la Reina de las Marismas/Tú eres la Rosa, tú eres la Fé/Tú eres la Madre del Rociero/ Y tu Sevilla reza a tus pies…”, y desde Triana rezaba José María Jiménez: “Si algún día tu senda dejamos/llévanos al redil con tus manos/Si algún día el camino olvidamos/guianos, guianos, guianos”.

Hay caminos que no necesitan guías turísticas. No hay alergia -ahora que parece que todo el mundo la sufre-, ni calor, ni lluvia, ni cohetes, ni charcos o cansancio. No existen agujetas, ni quemaduras por el sol, ni mocos negros, ni fango -y eso que el de por aquí no es el de las máquinas- ni rozaduras en los pies, ni miedo a los linces, ni a las fieras, ni a la gente incívica, ni siquiera a las elecciones -hace un año la romería coincidió con las municipales del 28 de mayo-. Ni caballos o bueyes desbocados, ni 40 grados, ni sudor, ni inundaciones, ni sequía, ni insomnio, ni arena, ni mosquitos, ni arañas, garrapatas o procesionaria, ni ronchas, ni pinos, ni Urbason, ni viento, ni capote, ni atascos, ni sol, ni tío del tambor, ni nostalgia por tanta gente que ya no está… que puedan con las ganas -si alguna vez has ido- de volver al Rocío.

“No me importa caminar. No hay distancias cuando se tiene un motivo” (Jane Austen). Según la RAE, la felicidad es el “estado de grata satisfacción espiritual y física” ¿Dónde has sido más feliz que en El Rocío? Esta semana, como si fuera una vida de solo siete días, todos los caminos llevan a la Ermita. ¡Buen camino al Rocío!